A menudo se suelen confundir estos tres conceptos e incluso hay quienes los utilizan como sinónimos para referirse a lo mismo, pero la realidad es que cada uno de ellos tiene un significado distinto
Antes de contratar un seguro, conviene tener muy claro las diferencias que existen entre el tomador, el asegurado y el beneficiario de la póliza, ya que no siempre se trata de la misma persona.
El tomador es quien firma el contrato con la aseguradora y quien se encarga de pagar la prima. De manera que, el seguro está a su nombre. Puede tratarse tanto de una persona física como jurídica. Mientras que el asegurado es la persona a la que cubre ese seguro.
El beneficiario es otra figura muy importante, especialmente en los seguros de Vida. Se trata de la persona (puede ser más de una) o entidad que recibe la indemnización de la póliza. El caso más habitual es cuando la pareja y/o los hijos de una persona que fallece (que en este caso sería el asegurado) perciben una contraprestación económica de la aseguradora tras su muerte.
El tomador es quien se encarga de designar a los beneficiaros de la póliza en caso de siniestro y de tomar la decisión de renovar el contrato o de darlo de baja. A veces, esta figura coincide con la del asegurado. Por ejemplo, cuando alguien contrata un seguro de Vida o de Decesos para que le cubra a sí mismo.
En cambio, en otras ocasiones el tomador y el asegurado son diferentes. Como sucede cuando las empresas suscriben un seguro de Accidentes para sus empleados o cuando los progenitores contratan un seguro de Salud para sus hijos. En estos casos, las compañías y los padres serían los tomadores y los trabajadores y los niños, los asegurados y, por tanto, los que estarían protegidos por las pólizas en caso de siniestro.
Otras veces, el tomador, además de ser el asegurado, también es el beneficiario de la póliza. Esto es lo que ocurre si una persona contrata un seguro de Vida para sí mismo y, a raíz de un accidente, sufre una incapacidad permanente y percibe por ello la indemnización correspondiente.
También puede darse el caso de que el tomador, el asegurado y el beneficiario sean tres personas distintas. Por ejemplo, cuando alguien contrata un seguro de Vida para su pareja y establece que sean sus hijos los beneficiarios de la póliza en caso de que ésta fallezca.
Si antes de leer este artículo, confundías estos tres términos, esperamos que ahora tengas un poco más claro el significado de cada uno de ellos. Recuerda que antes de firmar un contrato debes comprobar que cada una de estas figuras aparecen claramente definidas y delimitadas, ya que así evitarás confusiones en el futuro.